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25/07/2023

Cómo atendemos a uno de los nuestros: el recorrido de Amalia tras el accidente

Por: Alejandra Baier, Enfermera Jefe de Pediatría y Unidad de Paciente Crítico Pediátrico

Siempre he pensado que los niños son las personitas más maravillosas de este planeta. Vienen a entregarnos alegría, a movilizarnos, a sacar de nosotros los sentimientos más genuinos de amor. Cada uno es un mundo de sorpresas, espontaneidad, inocencia; la transparencia que nos brindan hace que no exista corazón que no se conmueva con ellos.

Para cada familia, y en especial para sus padres, son el alma, la razón por la cual existir y luchar día a día, el tesoro más importante y sagrado, donde cada sonrisa y mirada son sólo luz de pureza.

Hace un par de semanas, nuestra Clínica se remeció por completo ante el lamentable accidente que sufrió nuestra querida subdirectora, Natalia, quien junto a su marido e hijos venían de regreso de sus vacaciones. Desde el momento en que supimos de lo ocurrido, toda la UPCP se dispuso para brindarle el mejor y genuino cuidado a Amalia.

En las primeras horas sólo sabíamos que llegaría, pero no teníamos mayores antecedentes de su estado y gravedad, sólo que debíamos entregar lo mejor de cada uno para que su recuperación fuera rápida, exitosa y así brindar un poquito de tranquilidad para ella y su familia.

El miércoles desde muy temprano enfermeras y Tens se pusieron a disposición a ayudar en lo que fuera necesario, el equipo médico estaba muy atento y dispuesto a satisfacer no sólo sus necesidades físicas sino también las emocionales, ya que si hay algo que tenemos claro es que siempre debemos hacer lo posible para que la estadía de los niños en nuestra Unidad sea lo más corta y llevadera posible.

Esa mañana, mientras Amalia aún se encontraba en la Urgencia, su abuela le contó que Carabineros, después de ocurrido el accidente, había encontrado a su perrita Mía, una bulldog francés negro, que la acompañaba desde los 3 años. Ese fue el momento en que la vi sonreír por primera vez. Su emoción fue tan grande que mientras sonreía, sus ojitos se llenaban de lágrimas de felicidad. Claramente Mía era muy importante, no sólo para ella, sino para toda su familia. Me contó que era muy traviesa, jugaba con sus cosas y a veces era un poco desordenada. Y que se llamaba Mía porque cuando llegó a la casa ella decía que la perrita era “mía” y como insistió tanto, quedó finalmente con ese nombre. Para todos lados iban con su perrita y por las noches dormía a los pies de la cama junto a sus papás. Ella, con su relato, nos transmitió lo feliz que la hacía y que claramente era parte de su familia.

Fue así que, una vez estando hospitalizada, quisimos brindarle un pequeño momento de felicidad y traer a su perrita a visitarla, a ella y a Natalia. Conversamos con IAAS quien, de acuerdo al protocolo, pidió carnet de vacuna y baño previo. Nos acercamos a la abuela de Amalia para coordinar y nos cuenta que Carabineros la había dejado en un patio de la comisaría, desde donde se había escapado. ¡No teníamos a Mía! En la Unidad no podíamos creer que la perrita estaba perdida. Rápidamente se publicaron fotografías en redes sociales y sus familiares, personal de la Clínica y Carabineros, colaboraron con la búsqueda. Había que encontrarla, para darle un poquito de felicidad a Amalia.

Al día siguiente nos dimos cuenta de que Amalia había escrito en el yeso de su mano “Scott”, con un dibujo. Le preguntamos quién era y nos contó que era un nuevo cachorro que llegaría a su hogar, otro bulldog francés, esta vez blanco con unas manchitas negras, “como una vaquita”, nos explicó. Le preguntamos por qué le había puesto ese nombre y nos dijo que era el nombre que le gustaba a su papá y que se suponía que, llegando de las vacaciones, irían a buscarlo, ya que había cumplido dos meses. Scott la tenía muy ilusionada.

Ese día, convencidos de la pérdida de Mía, se nos ocurrió primero regalarle un peluche de bulldog francés blanco con negro y de esa forma traer a la Clínica a su nuevo cachorro para que la acompañara. Luego, pensamos en traer a Mía, aunque fuese impresa en una polera, para que durmiera con ella. De esta manera, Mía y Scott la acompañarían simbólicamente durante su hospitalización.

El viernes en la mañana Amalia nos sorprendió dándonos la gran noticia: ¡Mía había aparecido! Ya estaba en su casa, su familia la había rescatado, y la había visto por vídeollamada. Estaba sana y sin lesiones por el accidente. Claramente teníamos un motivo para celebrar. La llevamos a visitar a Natalia, para que ella misma le contara la noticia a su mamá; las acostamos juntas para que regalonearan y se hicieran cariño y después le entregamos los regalitos preparados por la Unidad. Amalia quedó sorprendida con la polera con la foto de Mía y el cachorro de peluche para abrazar mientras estuviera en la Clínica. Verla feliz, emocionada y conversadora es lo que como equipo nos moviliza y llena de felicidad.

Los niños, como Amalia, constantemente nos están diciendo lo que necesitan y lo que los hace feliz. Sus ojos nos transmiten lo que sienten, por lo que debemos aprender a conectarnos con ellos. Todo esto y mucho más es lo que día a día nos mueve a querer a los niños y entregarles cuidados de enfermería con amor. Esto es Pediatría y UPCP.