28/05/2024
Trabajadores de diversas áreas comparten sus experiencias y anécdotas desde la fundación de la Clínica, destacando los logros y aprendizajes que han marcado esta primera década.
En Nuestros Primeros 10 Años, queremos compartir los testimonios de algunos trabajadores de la Clínica que nos han acompañado desde su apertura y que conocen de cerca el crecimiento que ha tenido. Cada uno de ellos tiene una historia y anécdotas que forman parte de los hitos que hoy recordamos con gran orgullo y que nos inspiran a seguir construyendo nuestro futuro.
El anhelo de contar con una clínica universitaria estaba presente casi desde los inicios de la Universidad de los Andes, especialmente en la Facultad de Medicina. El Dr. Ricardo Espinoza, ex director médico de nuestra Clínica y actual Auditor Médico, explica que gracias a este proyecto, se pudo establecer un campo clínico propio para ofrecer medicina y desarrollar actividades académicas bajo los principios de la Universidad.
“Constituir los equipos de trabajo y materializar la ilusión que habíamos anhelado por años fue muy gratificante. Trabajé con profesionales de diversas áreas, como diseñadores, constructores e informáticos, lo que me permitió conocer su riqueza y el gran aporte que realizaron para hacer realidad la Clínica que hoy tenemos. La atención de los primeros pacientes, el primer parto, la primera cirugía, y ver a tantas personas que acuden a nosotros para recibir atención de alto nivel profesional con amabilidad y cercanía humana, es algo por lo que debemos dar gracias a Dios todos los días”, recuerda el Dr. Espinoza.
Construir algo desde cero fue una motivación significativa para todos. Para Diego Silva, kinesiólogo, este desafío fue lo que lo impulsó a unirse al proyecto. “Ver cómo ha crecido mi área y cómo he crecido junto a ella ha sido muy gratificante. La complejidad de las patologías nos impulsó a cubrir áreas más específicas, reclutando kinesiólogos especialistas en pediatría, neonatología, UCI, entre otros. Siempre intento transmitirles el espíritu y sentido de la Clínica. Actualmente, somos cerca de 40 personas en esta unidad, trabajando con el mismo objetivo”, explica Diego.
El día que la Clínica abrió sus puertas, fue un momento de mucha alegría y emoción para todos los involucrados. Rossana Flores, supervisora de Movilizadores, recuerda con emoción: “Hace 10 años, varios estábamos en la entrada para ver entrar al primer paciente. Fue un momento de mucha alegría”. Rossana, quien inicialmente llegó al área de Tesorería de la Dirección de Finanzas, se encargó de coordinar la llegada de implementos y recursos, incluyendo la búsqueda de proveedores y la organización de detalles como la pintura de la Capilla del piso 4.
Catalina Di Giuseppe, enfermera de seguimiento de Cirugía Mayor Ambulatoria, escuchó durante sus años universitarios sobre el proyecto de un campus clínico, por lo que cuando entró a trabajar a la Clínica sentía mucha confianza. “Algunos se sorprendían cuando les decía que iba a trabajar en una clínica que ni siquiera estaba construida, pero yo confiaba en la Universidad y en el proyecto. Apostar por él fue la mejor decisión que he tomado en mi vida”, afirma.
Catalina ha trabajado en diversas áreas, desde servicios hasta Pabellón, pasando por Recuperación durante la pandemia y ahora en CMA. “He podido colaborar con muchos equipos. Por ejemplo, durante la pandemia, me dediqué a hacer seguimiento y realizar videollamadas entre los pacientes internados y sus familias. Un año después, una persona vino a agradecerme esas llamadas. Sentir ese cariño fue muy gratificante, ya que realizábamos un trabajo sumamente difícil”, comenta.
A diez años de la apertura de nuestras puertas, el Dr. Espinoza destaca que uno de los principales valores de nuestra cultura es la colaboración en todos los ámbitos. “Tanto en las áreas administrativas, de servicio o clínicas, se vive con el mismo empeño la definición original de colocar al paciente y a su familia en el centro de nuestro quehacer, lo que ha permitido crear un ambiente amable y de sonrisas, que hace muy grato trabajar aquí”, señala.
Diego Silva añade que el sello que distingue a la Clínica es la calidad humana con la que las personas se relacionan. “Pertenecer al grupo de personas que cumple 10 años aquí me hace recordar cómo era la Clínica y cómo es hoy. La mayoría nos seguimos conociendo de nombre y existe ese saludo en los pasillos entre distintas áreas, dando lo mejor de sí por y para los pacientes”, afirma.
Para nuestros entrevistados, el respaldo y la oportunidad de crecimiento profesional han sido claves para poder seguir perfeccionándose. Diego destaca el apoyo que recibió para estudiar un magíster en el extranjero, lo que le permitió dirigir un diplomado. “Siento que cumplí uno de los objetivos que nos planteamos cuando ingresé a la Clínica, que era cubrir el ámbito kinesiológico e incorporarlo al proyecto de docencia en la Universidad”, añade.
Rossana, por su parte, también está cursando ingeniería en administración financiera con una beca otorgada por la Clínica, lo cual le aportará conocimientos para guiar mejor a su equipo. “En este lugar sabes que cuando necesitas ayuda, la vas a tener. Te entrega oportunidades de mejorar. Es gratificante ver cómo ha crecido tanto la Clínica como las personas que trabajan en ella”, manifiesta.