10/08/2021
Por: Natalia Siervo
Subdirectora médica
¿Cuántas veces nos hemos preguntado cual fue el origen de esta pandemia?, ¿cuántas teorías se han entregado desde su comienzo por parte de la prensa, a través de estudios científicos, comisiones de la OMS en China, y de la misma China? Solo la OMS ha planteado el origen a través de un animal vector, la transmisión directa desde animales, la cadena de frío por alimentos y la fuga de un laboratorio. Incluso se ha hablado de un arma biológica.
Para hablar de las posibles causas científicas, podría extenderme muchísimo. Pero mi orientación en esta oportunidad será otra, que hasta ahora no he escuchado, y de verdad la he extrañado.
¿Alguien se ha preguntado cuál es su responsabilidad personal en el origen de la pandemia? o ¿Le han preguntado a Dios el motivo por el que ocurren estas cosas?
En mi opinión, no podemos dejar que esta situación pase sin preguntarnos lo anterior.
A mi modo de ver, en la pandemia se han puesto a prueba muchos aspectos desde el punto de vista valórico. Y nos hemos visto obligados a pensar en el otro y, más aún, en un otro más débil o desamparado, en los más necesitados de la comunidad, dentro de los cuales están, la población de la tercera edad, aquellos con alguna enfermedad inmunosupresora, poblaciones de estratos socioeconómicos más bajos o con poco acceso a salud de calidad. Esto ha significado tener que postergarnos. Ya no podemos salir como antes, dejamos las salidas a comer, a comprar, al cine, las juntas, la Misa presencial; incluso algunos no han podido salir a trabajar. Otros, quizás, debieron preocuparse por primera vez de los padres, abuelos u otros familiares mayores.
En el caso del sector salud, se puso a prueba nuestra capacidad de respuesta ante la necesidad, nuestras habilidades técnicas, nuestra disposición a postergar inversiones y priorizar al paciente público en todas sus dimensiones, tanto de salud como sociales. Muchas veces nos vimos con pacientes que no tuvieron un familiar que llamara por él, o que solo se comunicaban con sus familiares por video llamada, o a quienes les debimos conseguir ropa o locomoción para que se pudiesen ir a su casa. Como alguien una vez me dijo, “estamos haciendo aquello por lo cual muchos estudiamos medicina”.
Entonces, ¿qué hubiese ocurrido si desde un comienzo todos hubiésemos respetado y cuidado al otro?, quizás no hubiese sido tal el nivel de contagio, o al menos hubiésemos tenido un número mucho menor de muertes. Nunca lo sabremos.
Sí estoy convencida que Dios nos está pidiendo ser más humildes y generosos, saber desprendernos de las cosas poco importantes, y especialmente de aquellas materiales, lo cual de verdad es muy difícil, especialmente en esta época, donde las tentaciones son tan fuertes.
Dios nos ha dado la gran oportunidad de practicar la “caridad”, ahí mismo, en el día a día y a toda hora, de modo desinteresado y por el mero deseo de darse a los demás sin pedir nada a cambio.