banner_principal

26/12/2022

Conociendo a nuestro Capellán Don Luis Joannon

Es el tercero de seis hermanos, sacerdote desde 1999, aficionado al deporte y a los arreglos en carpintería y electricidad.


A un año de haber llegado a la Clínica, el padre Luis Joannon nos cuenta cómo ha sido esta etapa, sus desafíos y experiencias. Además, nos comparte sobre su niñez, familia y pasatiempos

¿Dónde nació y cómo está compuesta su familia?

Yo nací en Santiago el 14 de octubre del año 1958. Cuando tenía poco más de un año, nos fuimos a vivir a Maipú, que era una zona de campo, donde por 15 años vivimos en una casa que había sido de mis abuelos paternos.

Somos 6 hermanos, yo soy el tercero, y dos somos sacerdotes. Tengo una hermana mayor casada, con 6 hijos y 20 nietos. Después viene mi hermano que es sacerdote también. Luego viene otra hermana que tiene 8 hijos y ya varios nietos. Y después los otros dos menores hombres, que también están casados y tienen hijos. Mis papás ya fallecieron. 

¿Dónde estudió?

Estudié en el Colegio de los Sagrados Corazones de Alameda, en el centro de Santiago. Luego, en 1974, nos fuimos a vivir más a Santiago y estudié desde sexto básico en el colegio Tabancura. 

¿Es cierto que era compañero de Jorge Laso en el colegio?

Éramos compañeros de curso en el colegio Tabancura. Nos volvimos a encontrar en la Clínica y nos vemos harto, pero menos de lo que quisiéramos, por todo el trabajo que cada uno tiene y las responsabilidades.

¿Qué estudió?

Estudié economía en la Universidad de Chile y después de terminar estuve trabajando en una empresa familiar que dirigía mi padre. Trabajé con él como 10 años y fue una experiencia que me ayudó mucho, fue entretenido y me brindó muchas herramientas para enfrentarme al mundo laboral.

¿Y su paso por el seminario fue paralelo al trabajo?

Yo ya era numerario del Opus Dei antes de ser sacerdote. Mi vida no había cambiado sustancialmente: trabajo, amistades, familia, deporte. En alguna conversación con quien me acompañaba en el camino espiritual en esos años, manifesté mi disponibilidad al sacerdocio. Pasó el tiempo, años para crecer y madurar en la entrega al servicio de Dios; también años de trabajo profesional intenso, igual al de mis amigos y compañeros. Aunque mi disposición al sacerdocio no había cambiado, no insistí en el tema: en el Opus Dei estamos para lo que haga falta. 

Hasta que un día me preguntaron, de parte de los directores, si todavía estaba dispuesto a ser sacerdote. Dije que sí y a los pocos meses sí cambió mi vida: dejé el trabajo y me trasladé a Roma para terminar los estudios de teología -que ya había comenzado en Chile- junto a estudiantes de todas partes del mundo. Terminé en dos años. Luego, me fui a hacer otros estudios de teología de licenciatura y doctorado en España, en la Universidad de Navarra, en Pamplona. Tres años después llegó el momento de la ordenación: septiembre de 1999 en Roma, junto a otros 24 que habíamos recibido la ordenación de diáconos unos meses antes. En febrero del 2000 regresé a Chile.

¿Dónde ha hecho su camino como sacerdote?

He estado en muchos lugares. Estuve siete años en Santiago Sur, dedicado a las labores en La Pintana en los colegios Nocedal y Almendral, que son de la Fundación Nocedal. Me tocó ahí también el inicio de la iglesia rectoral San Josemaría, en La Pintana. Estuve cinco años en Temuco y diez años en la Escuela Agrícola Las Garzas, en Chimbarongo. Luego me pidieron que viniera a trabajar a la Clínica. 

¿Cuáles son sus pasatiempos?

Me gusta mucho hacer deporte, es lo que más me descansa. La bicicleta me encanta, juego tenis, me gusta subir el cerro, jugaba fútbol. También me gusta mucho hacer arreglos, desde muy chico. Con mi padre hacíamos arreglos de cosas eléctricas, de madera o de cosas pequeñas de gasfitería. Eso me gusta y descanso haciéndolos, especialmente si salen bien.

Sobre su trabajo en la Clínica

Llegó en enero de este año, ¿cómo ha sido este tiempo con nosotros?

En la Clínica el trabajo de Capellanía es bien intenso y las voluntarias ayudan mucho. Mi trabajo ha sido acercarme a los pacientes, atenderlos, conversar con ellos, hacer una oración, una bendición, acompañar en momentos muy buenos como la Maternidad, pero también en otras áreas en que es necesario acompañar en el sufrimiento a mucha gente, a pacientes y a sus familias. Hay algunos pacientes que pasan largo tiempo en la Clínica, entonces ese contacto diario con tantas personas ha sido novedoso y enriquecedor. 

¿El principal desafío de su paso por la Clínica cuál fue?

El primer desafío fue conocer físicamente la Clínica, sus instalaciones, tantos rincones y pasillos. El otro, conocer a los trabajadores y tener un acercamiento. Pero principalmente aprender a cómo ayudar a los pacientes y sus familias. De cierta manera no me ha resultado tan difícil porque hay una disposición muy receptiva de ellos. Pero igual es un desafío novedoso cada vez que entro a una habitación, porque no todas las personas somos iguales y hay que ser perceptivo para identificar qué tipo de acompañamiento necesita ese paciente: si solo escucharlo, si hacerlo reír, si rezar juntos, o quizás solo brindarle compañía.  

Otro de los desafíos ha sido mantener mi piedad, porque veía como una amenaza el acostumbrarme a llevar al Señor cada día con tanta intensidad. Es por eso que me he preocupado de tener momentos en que yo voy a rezar solo en la Capilla para estar íntimamente conectado a Dios, porque de lo contrario no podría ayudar a los demás.

¿Cómo motiva a los trabajadores?

En primer lugar, me interesa conocerlos. No vengo a dictar clases ni mucho menos: esto no es como en una Parroquia, colegio o universidad. Pienso que mi tarea es generar la cercanía necesaria para que todos los que trabajan en la Clínica tengan la confianza de acercarse a la Capilla o al capellán. Para eso, tenemos muchas instancias: cápsulas en el boletín, Misa diaria, charlas de formación, meditación y adoración al Santísimo, y además, brindamos la posibilidad de que nuestros trabajadores y sus familias puedan preparar algunos sacramentos y celebrarlos en conjunto con la Universidad. 

Don Luis nos transmite que las puertas de su oficina y la Capellanía están siempre abiertas para las necesidades espirituales de cada uno de nosotros.  ¡Están todos invitados!