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28/12/2021

Mi vida al aire libre

Laura Quiroga, enfermera de Salud Mental, es fanática de los cerros, actividad que es parte de su historia familiar.


Al conversar con Laura Quiroga, enfermera de Salud Mental, queda en evidencia lo mucho que disfruta de la montaña. Esta cercanía que tiene con los cerros es parte de su historia de vida, ya que sus abuelos y tíos eran arrieros, y su padre creció en Chacayes, sector cordillerano de la V Región, donde fue criado entre animales y montañas. 

Si bien Laura y sus dos hermanos crecieron en Santiago, desde pequeños sus paseos eran frecuentes a Chacayes. Desde siempre sintió amor por los cerros, inculcado por su padre. En un principio, la llevaban en brazos o a caballo y, en la medida que pasaron los años, subía caminando. Fue así como fue descubriendo muchos otros caminos y cerros que se fueron sumando a su lista .

Durante toda su adolescencia también siguió cultivando este amor por la montaña. Incluso, cuando entró a la Universidad de Concepción, fue parte de la rama de montañismo, donde obtuvo la certificación de la Escuela Nacional de Montaña. “Nos enseñaron algunas técnicas y fue una etapa muy educativa y práctica. Además, en esos años mi hermano llegó a ser guía e instructor de montaña, por lo tanto, compartimos este gusto por la naturaleza y las cumbres. Aún recuerdo cuando lo acompañaba en las expediciones y cómo organizábamos los paseos familiares a distintos lugares”, cuenta Laura.



En relación con cuáles son sus cerros favoritos, destaca el Mocoen, ubicado en la V Región: “En ese sector viven mis tíos arrieros, y esa fue una de mis primeras incursiones en la montaña. Fue el cerro de mi infancia y hoy en día es muy significativo para mí. Tiene 2.700 metros de altura y es imponente en ese sector. Desde el camino internacional se ve como un viejo sentado, como dice mi padre, y desde su cumbre se pueden apreciar varios cordones montañosos y cumbres impresionantes como el monte Aconcagua. También he subido el Provincia y el Alto El Naranjo, el Refugio Lo Valdés en San José de Maipo y hemos llegado a Piedra Numerada en Farellones. Otro viaje muy lindo que recuerdo con mucho amor son Las Torres del Paine”, detalla .

Laura junto a su pareja comparten el gusto por la montaña. De hecho, eso fue lo que los unió ya que se conocieron en Plantat, el campamento base del Volcán San José, en el Cajón del Maipo. Han subido muchas cumbres juntos, y ahora los acompaña su hija Aurora. “Llevamos el montañismo en las venas. Disfrutamos a concho los cerros y es una forma de vida que tenemos. Nuestra hija tiene la cultura de montaña y esa es la mejor herencia que le podemos dejar.  Disfrutamos mucho de nuestra cordada”, cuenta. 

Para Laura el montañismo es parte esencial en su vida y son tantos los beneficios que obtiene, que siempre se preocupa de recomendarlo: “El día que deje de hacerlo significa que algo me está pasando, que estoy dejando de ser yo misma. Hay muchas veces donde estoy cansada pero aun así me doy el ánimo y subo, la sensación que deja es gratificante, maravillosa. Sentir otros olores, la brisa del aire, el sol, el silencio, la vista, es indescriptible. Vale la pena el esfuerzo. Es como subir con una mochila cargada de ciudad y bajar con otra mochila muy liviana, cargada de naturaleza y bienestar” finaliza.