Cuidando nuestra identidad y el sello que nos inspira

Quiero partir agradeciendo. Y lo hago de manera especial al Dr. Marcelo Somarriva, quien de modo excelente nos dirigió estos tres años. De él aprendí buenas lecciones para mi vida personal y profesional. Por mencionar sólo un botón: este mismo boletín que ustedes están leyendo, es una de muchas otras iniciativas impulsadas por Marcelo, que ha significado una gran ayuda para conocernos y comunicarnos entre nosotros. Agradezco al Dr. Ricardo Espinoza, nuestro primer Director Médico, fundador de la Clínica; y a la Dra. Francisca Ugarte, quien lo sucedió en el cargo. Ambos fueron un ejemplo de dedicación, entrega y pasión por hacer grande nuestra Clínica, y un estímulo para mi trabajo profesional. Un agradecimiento a todos los profesionales de la Dirección Médica, kinesiólogos, asistentes, nutricionistas, auxiliares, terapeutas ocupacionales, odontólogos, mediadoras, psicólogos, tecnólogos médicos, enfermeros, fonoaudiólogos, técnicos de enfermería, bioquímicos, farmacólogos y médicos, que con su entusiasmo y su trabajo esmerado hacen que cada día el paciente y su familia estén en el centro de nuestros afanes. 

Centro académico de salud significa muchas cosas. Significa una interacción de docencia, investigación y asistencia, siempre centrado en el paciente. Al mismo tiempo, significa buscar la frontera del conocimiento para aportar nuevos tratamientos, diagnósticos y servicios a nuestros enfermos; entregar una salud de excelencia, que sea un aporte a la salud en Chile y podamos avalarla con resultados concretos; mantener un cuerpo de profesionales de primer nivel, con capacitación continua y el deseo de mantenerse activos.

En segundo lugar, la Clínica Universidad de los Andes no sería tal si dejara de demostrar cada día ese espíritu que sentimos tan nuestro. La centralidad del paciente y su familia, el trabajo bien hecho y nuestro espíritu de servicio, deben resultar verdaderos motores para perseverar frente a la adversidad y nos lleven a que los pacientes sientan que se van de aquí con mucho más de lo que buscaban. Si a eso sumamos la beneficencia, que, gracias a generosos benefactores, nos ha permitido atender a personas de menos recursos, podemos llegar a la conclusión de que este es el mejor lugar para trabajar.