Este programa cuenta con subespecialistas en patologías fetales para brindar atención integral a embarazos de alto riesgo o con malformaciones. Dispone de un equipo multidisciplinario, tecnología avanzada y recursos para el diagnóstico, tratamiento y cirugías intrauterinas.
Incluye acompañamiento perinatal para apoyar a familias ante complicaciones graves, malformaciones o riesgo vital del bebé, con atención de psiquiatras, psicólogas y matronas, tanto en consulta como en hospitalización. También se ofrece apoyo psicológico en la UCI Pediátrica.
Nuestra Clínica se destaca por una baja tasa de cesáreas y amplia experiencia en embarazos de alto riesgo y cirugías materno fetales.
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El mielomeningocele es el tipo más grave de espina bífida, esta afección es una malformación congénita en donde un saco de líquido sale a través de una abertura en la espalda del bebé. Parte de la médula espinal y los nervios están en dicho saco y resultan dañados. Durante el embarazo, la médula queda expuesta y sufre deterioros que generalmente afectan al sistema nervioso y, a partir de este, al aparato urinario y digestivo. Deriva en deficiencias motoras y neurológicas
Esta patología ocurre en 1 de 10.000 nacimientos.
- Pérdida del control de esfínteres.
- Falta de sensibilidad parcial o total.
- Parálisis parcial o total de las extremidades inferiores.
- Debilidad en las caderas, las piernas o los pies de un recién nacido.
La principal causa asociada es el aporte insuficiente de ácido fólico durante el embarazo, ya sea por alteraciones en el metabolismo materno o por una dieta materna inadecuada. Además, algunos medicamentos para la epilepsia, obesidad o diabetes son considerados factores de riesgo para los defectos del tubo neural, que corresponde a la estructura de un embrión en desarrollo, que luego se convierte en el cerebro, la médula espinal y los tejidos que lo rodean.
Generalmente, el tubo neural se forma en el principio del embarazo y se cierra alrededor de los 23 a 28 días de edad del embrión. Sin embargo, en estos casos, una porción del tubo no se cierra adecuadamente, lo que genera defectos en la médula espinal y en los huesos de la columna.
Contamos con especialistas en diferentes patologías fetales, moderna tecnología y todo lo necesario para el estudio y tratamiento de las complicaciones del embarazo.
- El diagnóstico prenatal de mielomeningocele: la ecografía fetal es el método más exacto para diagnosticar el mielomeningocele. Esta afección puede ser diagnosticada durante la ecografía del segundo trimestre. El diagnóstico oportuno permite educar e informar de las probables alteraciones, planear un nacimiento de forma controlada y solicitar la colaboración de otros especialistas, para así concluir el período de gestación de la mejor manera.
- Acompañamiento perinatal: realizamos un acompañamiento integral con psiquiatras, psicólogos, matronas y médicos materno fetales que entregan apoyo a los padres y familias que están pasando por difíciles momentos debido a embarazos de alto riesgo con potencial riesgo vital del niño que está por nacer, malformaciones congénitas y cualquier complicación perinatal.
Cirugía endoscópica: este procedimiento mínimamente invasivo se puede efectuar entre la semana 22 y 26 de gestación. Se realizan mediante una fetoscopía con dos o tres incisiones de 5 mm. Estas incisiones son el punto de entrada a través del útero, en la que se integran herramientas y tecnologías de navegación y robótica que permiten precisión y rapidez para reparar y cerrar la lesión.
Corrección quirúrgica postnatal: esta se realizará luego del parto, dentro de las primeras 48 horas posteriores al nacimiento en donde se repara y cierra la lesión. En un alto porcentaje de los casos es necesario insertar una válvula ventrículo-peritoneal en caso de existir hidrocefalia severa documentada.
Programa de Apoyo al Embarazo de Alto Riesgo
VER TODOSEsta patología se presenta en el 6% de los embarazos y se asocia a anomalías en la función de la placenta. Cuando un feto crece por debajo del promedio para su edad gestacional, es necesario estudiar el funcionamiento de la placenta para determinar si existen anomalías responsables de una disminución del aporte de oxígeno y nutrientes hacia el hijo/a, así como descartar que la causa del bajo peso sea una malformación congénita, genopatía o infección.
Frecuentemente se concluye que la situación es normal y el menor peso está asociado, por ejemplo, a la estatura de los padres. La Restricción en el Crecimiento Intrauterino (RCIU) debe ser diagnosticada y tratada pues esta patología aumenta la morbilidad y la mortalidad perinatal, debido a complicaciones neonatales, daño neurológico u otras enfermedades. También en la etapa infantil se puede ver afectado el desarrollo neurológico y en la vida adulta existir mayor riesgo de desarrollar diabetes tipo 2 e hipertensión arterial.
Estos embarazos deben interrumpirse de forma prematura antes que la falta de oxígeno produzca daño neurológico. Constituye todo un desafío para el equipo médico identificar el momento preciso en que intervenir, antes de que la hipoxia produzca daños neurológicos importantes y, por otra parte, lograr que transcurran la mayor cantidad de semanas, para aumentar las posibilidades de sobrevida de ese niño bajo los cuidados de los profesionales de neonatología. Para identificar ese momento existen una serie de métodos de vigilancia que permiten evaluar las manifestaciones fetales a la insuficiencia placentaria: la curva de crecimiento fetal, el test no estresante, el perfil biofísico, la evaluación del líquido amniótico y la ecografía con velocimetría Doppler.
El uso de estos mecanismos permite vigilar permanentemente al feto y realizar de la manera más informada el balance entre los riesgos que un feto prematuro tiene a las diferentes edades gestacionales y los riesgos de la hipoxia crónica intrauterina.
Como Unidad nos enfrentamos con más frecuencia a mujeres con cardiopatías congénitas operadas o no, que llegan a la etapa adulta y que buscan embarazo y que constituyen el 1% de las mujeres embarazadas. Dado los cambios fisiológicos que ocurren en el embarazo, es importante que un especialista en medicina materno fetal junto a un cardiólogo especialista en cardiopatías congénitas, entreguen la mejor atención a este grupo de pacientes.
Dado el cambio del perfil epidemiológico de la población de embarazadas, es relevante mencionar que contamos con médicos obstetras especializados en la atención de mujeres con estas características, como también un apoyo interdisciplinario con cardiólogos, electrofisiólogos y médicos intervencionistas de vasta experiencia en la atención y seguimiento de estas pacientes.
Este equipo multidisciplinario será capaz de controlar a estas pacientes de alto riesgo para que el resultado perinatal sea el más adecuado posible.
Es uno de los riesgos más importantes en embarazos múltiples. Si no se trata a tiempo, puede causar la muerte de los fetos en gestación. El Síndrome de Transfusión Feto-Fetal (TFF) es una patología que afecta entre un 10% a 15% de los embarazos gemelares monocoriales, es decir, gemelos que comparten una sola placenta. Esta anomalía consiste en un flujo desequilibrado de sangre de un gemelo a otro, provocando que un feto esté anémico y que el otro este pletórico de sangre. En el Síndrome de Transfusión Feto-Fetal, hay un gemelo que es donante y otro que actúa como receptor.
El feto donante recibe poca sangre, por lo que su orina será escasa y su líquido amniótico también, quedando pegado a la pared uterina de la madre. En cambio, su gemelo receptor recibe mucha sangre, orinando en exceso y generando una gran cantidad de líquido amniótico. En este caso, puede surgir un problema cardiaco por esfuerzo.
La mortalidad de este síndrome es alta y depende del compromiso hemodinámico, es decir, si la sangre está llegando a los órganos. Sin tratamiento la mortalidad es de un 80%. Con tratamiento adecuado la sobrevida es de un 80%. Para detectar esta enfermedad, es necesario que el médico realice el diagnóstico mediante una ecografía en la cual evalúe los siguientes criterios:
El diagnóstico de esta anomalía se debe hacer siempre antes de las 26 semanas de gestación, mientras que a la semana 21 se puede comenzar el tratamiento.
Existen dos tipos de tratamientos:
Psiquiatría Adulto - Psiquiatría Perinatal - Apoyo al embarazo de alto riesgo
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