Clínica Universidad de los Andes / Noticia

Salud mental plena en adolescentes: cómo detectar a tiempo las señales de alerta y fomentar el bienestar

Con hábitos saludables, apoyo familiar y acompañamiento profesional es posible favorecer el bienestar emocional en jóvenes y prevenir riesgos.
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La adolescencia es una etapa de grandes cambios físicos, emocionales y sociales. Si bien es normal que existan variaciones en el ánimo o en la forma de relacionarse, la salud mental plena implica que los jóvenes puedan desarrollar habilidades para enfrentar desafíos, mantener relaciones positivas y proyectar un futuro con confianza.

De acuerdo con Susana Saravia, psicóloga infantojuvenil de Clínica Universidad de los Andes, estar bien desde el punto de vista de salud mental no es simplemente la ausencia de problemas psicológicos. Se trata de un estado de equilibrio que permite a los adolescentes:

  • Desarrollar su identidad y autoestima.
  • Establecer relaciones sanas con familia, amigos y entorno.
  • Manejar el estrés y adaptarse a los cambios.
  • Tomar decisiones responsables.
  • Proyectar metas realistas para el futuro.

“Cuando este equilibrio se altera, los jóvenes pueden presentar síntomas que afectan su vida diaria y que requieren atención profesional. De no hacerlo, se puede llegar a cuadros de ansiedad, depresión y aislamiento social, cada vez más frecuentes en adolescentes. Es necesario detectarlos a tiempo y promover factores protectores”, afirma Susana.

Hábitos que fomentan el bienestar integral en niños y adolescentes

La prevención y promoción de la salud mental en adolescentes se basa en el fortalecimiento de hábitos y entornos saludables:

  • Apoyo de los adultos: padres disponibles emocionalmente transmiten seguridad y confianza.
  • Rutinas de sueño y alimentación: dormir lo suficiente y mantener una dieta equilibrada.
  • Actividad física regular: el ejercicio reduce el estrés y mejora el ánimo.
  • Espacios familiares de calidad: compartir comidas, paseos, actividades y conversaciones cotidianas fortalece el vínculo.
  • Uso responsable de pantallas: limitar el tiempo frente a dispositivos y supervisar contenidos.

“La salud mental plena es posible cuando los adolescentes cuentan con adultos atentos, que validan sus emociones y les enseñan herramientas para regularlas”, explica la especialista. Además, agrega que “los niños y adolescentes son sensibles a las emociones de sus padres. Por eso es fundamental que los adultos también tengan espacios de autocuidado y estén disponibles emocionalmente. Cuando los adultos están cerca y atentos, los hijos se sienten más seguros”.

“Padres atentos, disponibles y alertas pueden marcar la diferencia en la salud mental de sus hijos. La conexión emocional y la contención en casa son claves para enfrentar las dificultades”, sostiene Saravia.

Uso de pantallas y redes sociales: factores que pueden ir en contra

El exceso de tiempo frente a pantallas es uno de los temas que más preocupa hoy en cuanto a los adolescentes. Si bien pueden ser una herramienta de aprendizaje y socialización, es necesario establecer límites y estar atentos a los que ven o con quiénes se conectan.

Una guía práctica de uso de pantallas es:

  • Menores de 7 años: máximo 40 minutos a 1 hora diaria.
  • Mayores de 7 años y adolescentes: entre 1 y 1,5 horas al día.
  • Evitar pantallas en las tardes y noches, para no interferir con el sueño.
  • Supervisar contenidos y promover una mirada crítica frente a lo que ven en redes sociales.

La especialista recomienda involucrarse activamente: conversar sobre las aplicaciones que usan, interesarse por lo que ven y, en lo posible, compartir actividades en línea con ellos. “El diálogo crítico ayuda a que los adolescentes distingan entre lo real y lo que son estereotipos irreales de las redes sociales”, agrega.



Cuándo estar atentos y consultar a un especialista

Las señales de alerta varían según la edad, pero hay indicadores claros que los padres deben observar:

  • En niños pequeños: retrocesos en el desarrollo (volver a dormir con los padres, pérdida de control de esfínteres), cambios de humor intensos y dificultades en la convivencia.
  • En niños mayores: aislamiento, sentimientos de incapacidad o problemas de integración con sus pares.
  • En adolescentes: distanciamiento de su grupo social, abandono de intereses habituales o desmotivación persistente.

“Mientras antes se actúe, mejores son las posibilidades de recuperación. Dejar avanzar un cuadro puede derivar en autolesiones, consumo de alcohol o drogas, y otras conductas de riesgo”, asegura Susana Saravia.



Profesionales que participaron en esta nota

Susana Saravia González

Psicología Infanto-Juvenil

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