Ciclismo y salud cardiovascular: un camino hacia un corazón más fuerte
El ciclismo es mucho más que un deporte de resistencia: es también un medio de transporte sostenible y una actividad recreativa que aporta múltiples beneficios a la salud de quienes lo practican.
El Dr. Nicolás Bunster, cardiólogo deportivo del Centro de Enfermedades Cardiovasculares y miembro del equipo de Medicina Deportiva de Clínica Universidad de los Andes, afirma que desde el punto de vista deportivo, la práctica regular del ciclismo se asocia a un aumento de la capacidad cardiorrespiratoria, gracias al desarrollo de una mayor capacidad pulmonar y una mejor eficiencia en el intercambio gaseoso. El corazón, por su parte, se adapta con un aumento en su distensibilidad y fuerza de contracción, lo que le permite bombear una mayor cantidad de sangre en cada latido. En otras palabras, el ciclismo contribuye a tener un corazón más fuerte y eficiente.
El movimiento repetitivo y coordinado de grandes grupos musculares también genera adaptaciones en el músculo esquelético, mejorando su capacidad para producir energía y resistir la fatiga. Estas transformaciones no solo potencian el rendimiento físico, sino que también protegen la salud a largo plazo.
Está ampliamente demostrado que la actividad física regular reduce el riesgo de enfermedades cardiovasculares, y el ciclismo no es la excepción. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), realizar 150 a 300 minutos de actividad física moderada o 75 a 150 minutos de actividad vigorosa por semana puede disminuir entre un 20 y un 40% el riesgo de sufrir un infarto al miocardio o un accidente cerebrovascular.
Entre los mecanismos que explican esta reducción del riesgo destacan la mejoría en la función endotelial, la disminución de la presión arterial, el mejor control de los lípidos sanguíneos (aumento del colesterol HDL o “bueno” y reducción del LDL o “malo”), junto con una mayor sensibilidad a la insulina y un mejor control del azúcar en sangre. Además, el ciclismo ayuda al control del peso corporal, un factor clave en la prevención de enfermedades crónicas.
Sus beneficios van incluso más allá del sistema cardiovascular: la práctica regular del ciclismo se asocia a una menor incidencia de algunos tipos de cáncer, debido a la reducción del estrés oxidativo y de la inflamación crónica, además de fortalecer el sistema inmunológico.
A esto se suman sus efectos positivos sobre la salud mental, contribuyendo a la disminución del estrés, la ansiedad y los síntomas depresivos, y promoviendo una sensación general de bienestar y equilibrio emocional.
Una actividad para todos
El ciclismo es una actividad accesible y adaptable, que puede ser realizada por prácticamente cualquier persona, ajustando la intensidad y duración de las sesiones según la condición física y los objetivos personales. Al tratarse de un ejercicio de bajo impacto, es especialmente recomendable para quienes buscan mantenerse activos en edades avanzadas o conviven con lesiones crónicas.
Además, puede realizarse al aire libre o en interior, utilizando bicicletas estáticas, lo que permite mantener la práctica de forma constante durante todo el año, sin depender de las condiciones climáticas, lo que la convierte en una actividad versátil y fácil de adaptar a distintos contextos.
Eso sí, antes de comenzar, siempre es aconsejable contar con una evaluación médica para descartar condiciones que puedan requerir control previo. En caso de presentar síntomas como dolor en el pecho, palpitaciones, falta de aire o desmayos asociados a la actividad física, idealmente visitar un cardiólogo deportivo. También es recomendable buscar la orientación de un experto que ayude a elegir la bicicleta, talla y equipamiento adecuados, garantizando una experiencia segura y placentera.
Más que un deporte, el ciclismo es una invitación a mover el cuerpo, fortalecer el corazón y conectar con el entorno. Un hábito que, pedaleo a pedaleo, construye salud, bienestar y calidad de vida.
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