Conductas de riesgo en adolescentes: lo que padres y colegios deben saber
La adolescencia es una etapa de mayor autonomía e independencia, pero también de gran vulnerabilidad. En esta búsqueda de identidad y pertenencia, los jóvenes pueden adoptar conductas de riesgo que afectan su salud física y mental: consumo excesivo de alcohol o tabaco, uso de drogas ilegales, inicio sexual precoz, aislamiento, desánimo o el uso problemático de redes sociales.
Uno de los fenómenos más preocupantes es el cambio en el consumo de cannabis, que hoy contiene concentraciones de THC mucho más altas que décadas atrás. El THC (tetrahidrocannabinol) es el principal componente psicoactivo de la marihuana y, en dosis elevadas, aumenta los riesgos de ansiedad, episodios psicóticos e incluso conductas suicidas.
“La adolescencia es una etapa de alta vulnerabilidad. El consumo de alcohol o drogas en esta edad no es algo inocuo: puede gatillar cuadros ansiosos, depresivos e incluso adicciones que se arrastran a la adultez”, explica el Dr. Francisco Bustamante, psiquiatra de Clínica Universidad de los Andes.
Según datos recientes del Ministerio de Educación, cerca de un 30% de los estudiantes en Chile reconoce haber consumido marihuana, lo que alerta sobre la necesidad de una prevención escolar y familiar más efectiva.
Pero las drogas no son el único factor. El inicio temprano del consumo de alcohol sigue siendo común y puede derivar en accidentes o dependencia a futuro.
A esto se suma el uso excesivo de pantallas y redes sociales, que puede alterar el sueño, favorecer el aislamiento y exponer a los adolescentes a desafíos virales o al ciberacoso.
“No se trata solo de drogas o alcohol: también el mal uso de las redes sociales puede convertirse en una conducta de riesgo. Aislamiento, trastornos del sueño o exposición a desafíos virales son señales que padres y colegios no deben minimizar”, enfatiza el especialista.
En los últimos años también han aparecido otras conductas emergentes que preocupan a especialistas, como el vapeo y uso de cigarrillos electrónicos, el consumo indebido de medicamentos sin receta, los retos virales y prácticas riesgosas en redes sociales, y el aumento de trastornos alimentarios vinculados a la presión estética, como vigorexia o dietas extremas difundidas en internet.
Existen factores individuales y familiares que predisponen a estas conductas: un temperamento irritable, problemas de atención, antecedentes familiares de adicciones o enfermedades mentales, así como la falta de acompañamiento o vínculo afectivo en el hogar.
Frente a esto, las recomendaciones son claras: mantener canales de comunicación abiertos y constantes, interesarse por la vida cotidiana de los hijos sin invadir su privacidad, conocer a sus amigos y entornos, y estar atentos a cambios bruscos de conducta, como una baja repentina en el rendimiento escolar o el abandono de espacios familiares.